sábado, 1 de marzo de 2008



La muerte del blanco y negro

Aunque hay quien dice que los colores no existen, vaya que tienen importancia, en un mundo en el que hasta para estafar se los invoca. El paso del blanco y negro al color, en el mundo del cine y la televisión, trajo consigo muchos traumas, como la indignación que sufre un cinéfilo cuando, contra todo principio de cinefilia, es obligado a ver un clásico coloreado. Inclusive Betty Boop, que ha devenido muñequita de colores de la mano de nostálgicos y —cómo no— mercaderes, lanzó su último grito de protesta en ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, cuando se atrevió a cubrir nuevamente sus huesos con los atuendos originales black & white que la convirtieron en una estrella, éxito que envidiarían otras comiquitas que, en franco peligro de extinción, esperan ser adoptadas por una mano caritativa que les pase, al menos, unos 15 dolarillos. En fin, tenía que ocurrir: el último reducto del blanco-y-negro acaba de ser profanado por Xerox. ¿A dónde vamos a parar, por Dios?

domingo, 24 de febrero de 2008














Poesia segun Octavio Paz




Dicen que la poesía es un trabajo estéril y no sirve para nada. Es una pérdida de tiempo en este mundo globalizante y amorfo, un desperdicio del intelecto, una entelequia espiritual mal retribuida.



La poesía se emplea para aplacar las tormentas del alma, redimir a una mujer o un hombre o llenar el corazón de ese sentimiento llamado amor. Puede, en dosis bien servidas, alimentar el espíritu, asustar una soledad y alejar una tristeza. Sirve también para reflexionar acerca de si las piedras hablan o si la luna es medicina para el mal de amores.



Por medio de la poesía podemos hacer hablar las flores y voltear el cielo de cabeza, cambiar la tarde de lugar. Es un buen recurso para transgredir la monotonía y curar el insomnio.



Un simple verso trastoca el sentido de una palabra, de un enunciado. El verso es una transgresión del sentido común, un ahogado del poeta, un halo místico que impulsa los dedos, un flagelo al silencio.



A través del verso el poeta reflexiona acerca de la vida de una mariposa, de la muerte de un minuto en las manos del tiempo. Por medio del trabajo refinado de la palabra se desdibuja el rostro de un recuerdo, la desventura de un te quiero en la boca del blasfemo.



En fin, la poesía es útil de muchas maneras, pero sobre todo es instrumento para observarnos a nosotros mismos, como expresa el poeta y pintor chino Xingjian. Porque cuando se concentra la atención internamente surge la poesía y empieza la aventura emocional de la palabra.



Octavio Paz afirma que la poesía no es una actividad mágica ni religiosa, no obstante el espíritu que la expresa, los medios de que se vale, su origen y su fin, muy bien pueden ser mágicos o religiosos. Mientras que en la religión lo sagrado cristaliza en el ruego, en la oración, en el éxtasis místico, en un diálogo o relación amorosa con el creador, el poeta lírico entabla un diálogo con el mundo; en ese diálogo hay dos situaciones extremas: una de soledad y otra de comunión.



¿Qué pretende el poeta cuando expresa su experiencia? Paz contesta: “La poesía ha dicho Rimbaud, quiere cambiar la vida. No piensa embellecerla como piensan los estetas y los literatos, ni hacerla más justa o buena, como sueñan los moralistas. Mediante la palabra, mediante la expresión de su experiencia, procura hacer sagrado al mundo; con la palabra consagra la experiencia de los hombres y las relaciones entre el hombre y el mundo, entre el hombre y la mujer, entre el hombre y su propia conciencia. No pretende hermosear, santificar o idealizar lo que toca, sino volverlo sagrado. Por eso no es moral o inmoral; justa o injusta; falsa o verdadera, hermosa o fea. Es simplemente poesía de soledad o de comunión. Porque la poesía que es un testimonio del éxtasis, del amor dichoso, también lo es de la desesperación. Y tanto como un ruego puede ser una blasfemia”.



El poeta, agrega Paz, tiende a participar en lo absoluto, como el místico, y tiende a expresarlo, como la liturgia y la fiesta religiosa. Esta pretensión lo convierte en un ser peligroso, pues su actividad no beneficia a la sociedad; verdadero parásito, en lugar de atraer para ellas las fuerzas desconocidas que la religión organiza y reparte, las dispersa en una empresa estéril y antisocial. En la comunión el poeta descubre la fuerza secreta del mundo, esa fuerza que la religión intenta canalizar y utilizar, a través de la burocracia eclesiástica. Y el poeta no sólo la descubre y se hunde en ella: la muestra en toda su aterradora y violenta desnudez al resto de los hombres, latiendo en su palabra viva en ese extraño mecanismo de encantamiento que es la poesía.



La poesía es la revelación de la inocencia que alienta en cada hombre en cada mujer y que todos podemos recobrar apenas el amor ilumina nuestros ojos y nos devuelve el asombro y la fertilidad. Su testimonio es la revelación de una experiencia en la que participan todos los hombres, oculta por la rutina y la diaria amargura. Los poetas han sido los primeros que han revelado que la eternidad y lo absoluto no están más allá de nuestros sentidos, sino en ellos mismos. Esta eternidad y esta reconciliación con el mundo se producen en el tiempo y dentro del tiempo, en nuestra vida mortal, porque la poesía y el amor no nos ofrecen la inmortalidad ni la salvación. Nietzche decía: “No la vida eterna, sino la eterna vivacidad: eso es lo que importa”.



Luego entonces la función de la poesía, en un mundo vacío pero computarizado sirve de mucho y aunque no alivia, ni corrompe, purifica. No tiene más ideología que un alma y un espíritu en confrontación con todo lo que le rodea. El periodista Braulio Peralta, en el prólogo a una larga y de las últimas entrevistas a Octavio Paz sentencia: “Heraldos de sí mismos, los poetas viven un mundo aparte: mensajeros del destino, en los tiempos modernos, pocos, muy pocos los escuchan, los leen y atienden.Vivimos con los ojos abiertos pero ciegos ante las premoniciones que nos anuncian. ¿De qué sirve pensar y sentir si todo ello no ayuda a vivir más y mejor? El ser y la nada nos arrojan al vértigo de la ignorancia. Tendrá el poeta que gritar sus versos por teléfono, enviarlos por fax, a través de Internet, o leerlos por televisión? Hasta eso, en los tiempos actuales, le está vedado; nadie quiere oír verdades a fin de siglo. Eliot seguirá vivo para los mas media.



En tono de queja Peralta señala: “La poesía -la palabra del poeta- ha sido menospreciada en este siglo. Pero no ha muerto. Dicen que cada 50 años nace un poeta -poeta mayor, con ideas- en cualquier país. Poetas que defienden la poesía, porque los versos son inseparables de la defensa de la libertad. Sí: la poesía no se lee en los estadios. Pero no agoniza. En medio de la turbulencia del fin de siglo, algo queda: un puñado de hombres que describen el mundo con versos y prosa poética.




Poesias Venezolanas


A pesar de que la poesía venezolana tardó mucho en alcanzar la modernidad, un poeta que debe ser leído y valorado como el único gran poeta modernista que tuvo Venezuela, es Alfredo Arvelo Larriva, virtuoso de la rima y del soneto. Otros poetas dignos de ser recordados son Andrés Mata, Sergio Medina, Ismael Urdaneta y Andrés Eloy Blanco, el poeta más popular de Venezuela, situado entre lo tradicional y la vanguardia.


Vale mencionar también a Fernando Paz Castillo, a Luis Barrios Cruz, a Jacinto Fombona Pachano, a Rodolfo Moleiro, a Enrique Planchart, a Luisa del Valle Silva, a Enriqueta Arvelo Larriva, a Héctor Cuenca, a Julio Morales Lara y a Luis Enrique Mármol. Mención aparte merece José Antonio Ramos Sucre, maestro del poema en prosa, erudito, simbólico y misterioso.
Entre tanto, tanto los poetas de 1918 como Antonio Arraiz, cada cual por su lado, dieron al traste con las formas y el lenguaje poético atrapados en las lecciones de versificación y rimado. La vanguardia produce sólo dos poetas: Pablo Rojas Guardia y Luis Castro. A cierta distancia de estos poetas, despuntó en el movimiento vanguardista Carlos Augusto León.


El grupo Viernes, que se impuso entre 1938 y 1941, estuvo compuesto por Rafael Olivares Figueroa, Ángel Miguel Queremel, José Ramón Heredia, Luis Fernando Álvarez, Pablo Rojas Guardia, Pascual Venegas Filardo, Oscar Rojas Jiménez, Otto De Sola, y Vicente Gerbasi, aceptado hoy día como una de las voces líricas más intensas de Venezuela y de América. Entre los poetas que no siguieron las pautas viernistas destaca Juan Beroes, la figura que aupó el grupo "Suma", quien regresó a las formas poéticas clásicas y renacentistas. Luego surge Juan Liscano.
Dentro del contexto de "españolistas" hay que situar la obra de Ida Gramcko, Ana Enriqueta Terán y Luz Machado. Estas mujeres poetas ocupan un sitio de privilegio en las décadas de 1940 y 1950. En la actualidad destacan la poesía muy personal de Yolanda Pantin, Margara Russoto, Edda Armas, Cecilia Ortiz y Lourdes Sifontes.


José Ramón Medina es uno de los valores poéticos más firmes del posviernismo y el posespañolismo; sus compañeros Luis Pastori y Aquiles Nazoa no cambiaron los rasgos iniciales de su escritura neoclásica o neomodernista. Los poetas Dionisio Aymará y Carlos Gottberg, entre otros, se adentraron en la condición del hombre cotidiano.


De la llamada "Generación del Sesenta" surgen poetas excepcionales: Rafael Cadenas, Francisco Pérez Perdomo, Juan Calzadilla, Arnaldo Acosta Bello, Ramón Palomares, Caupolicán Ovalles, Hesnor Rivera. Entre este grupo de poetas y el pasado hay que situar a Juan Sánchez Peláez, cuya obra reducida pero de intensa virtud visionaria y metafórica, de desgarrones existenciales y lirismo atormentado, reconoce como fuente la generación del sesenta. La breve experiencia de la revista Cantaclaro (1950), reveló a tres poetas: Rafael José Muñoz, Jesús Sanoja Hernández y Miguel García Mackle. Alfredo Silva Estrada se concretó a crear una obra que se cuenta entre las más coherentes de la poética venezolana.


Otros poetas de ese período son Luis García Morales, Luis Guillermo Sucre, Víctor Salazar, Gustavo Pereira, Ludovico Silva, Ramón Querales, Luis Camilo Guevara, Víctor Valera Mora, Eleazar León, Elí Galindo y Julio Miranda. En Valencia, los poetas Eugenio Montejo, Alejandro Oliveros, Teófilo Tortolero, Reynaldo Pérez Só, en la revista Poesía de la Universidad de Carabobo, descartan las actitudes polémicas y crean un espacio propio.


El poema breve encuentra en Luis Alberto Crespo a un cultivador original. De la generación de los ochenta, se encuentran voces como Enrique Mujica, Miguel y Vasco Szinetar, Willian Osuna, Armando Rojas Guardia, Igor Barreto, Salvador Tenreiro, Alberto y Miguel Márquez, Alejandro Salas, Luis Pérez Oramas, Nelson Rivera y Armando Coll Martínez.




Poesia de Hector Guillermo Villalobos

Si tú te me quedaras ciega,
!qué solicito amor sería yo a tus pies!
Si tus ojos se quedaran inmóviles
en el tránsito dócil de nuestro beso,
!qué fiesta de caricias cuidadosas
para la última imagen

!Qué amanecer de voces cándidas
en la primera noche de tus ojos perdidos!
Recién nacida, entre mis brazos,
serías mi pequeña discípula
Amanecida frente a todas las cosas,
desnuda en ignorancia como los niños,
ensayarías tu andar por la casa
con mi voz que cada cosa tendría que aprender
para que tú pudieras verla.
!Si tu te me quedaras ciega,
cortinas leves en punto de brisa,
jardín de rosas que supieran decir sus colores
y un balcón de aire, alto,
para que tú aprendieras
a exclamar sin amargura
que la tarde está bella.
!Si las cosas serían las ciegas
ese día en que tú me confiaras tus ojos"

Y aquel total olvido de colores cansados
como si desechara cintas ya desteñidas.
Y aquel bordar sin tregua
silencios y silencios,
blancos, rojos , azules
-tus silencios risueños-
como una madre joven en la que todavía
quiere seguir soñando
ternuras inocentes
la novia.
Sumisión de tu gracia a mis ojos.
Entrega temblorosa
de todo lo que en ti fuera naciendo.
Plenitud
de no saber qué hacer con tanta dicha.

!Qué espejo fiel de tus más simple gesto,
qué vida de juguete entre tus manos buenas,
sería yo para ti
si algún día te me quedaras ciega!










sábado, 23 de febrero de 2008

Autores Venezolanos

Aquiles Nazoa

Este periodista, poeta y humorista nació el 17 de mayo de 1920 en la barriada caraqueña de El Guarataro, en una familia muy humilde. Sus padres fueron Rafael Nazoa, quien era jardinero, y Micaela González. Sus primeros estudios los llevó a cabo en el Colegio "El Buen Consejo", bajo la guía del padre Julián Fuentes Figueroa.Nazca se vio obligado a comenzar a trabajar a los 12 años para ayudar a su familia, por lo que completó su formación de manera autodidacta. Así se desempeñó primero como carpintero, telefonista y botones del hotel Majestic de Caracas. Tres años después ingresó al diario caraqueño El Universal, donde trabajó como empaquetador, archivista de clisés y, posteriormente, como tipógrafo y corrector de pruebas.Paralelamente en 1938, logró obtener un puesto como guía en el Museo de Bellas Artes, gracias a que aprendió a leer francés e inglés.

Fue corresponsal en Puerto Cabello de El Universal, y un artículo suyo en el que criticaba la actuación de las autoridades en la erradicación de la malaria, le valió una demanda del Concejo Municipal de Puerto Cabello por difamación e injuria, y un período en prisión en 1940.Tras recuperar su libertad, volvió a la capital venezolana. Allí empezó su camino en la radio en la emisora Radio Tropical, y continuó con una columna en El Universal titulada Por la misma calle.

En esa misma época, pasó también a formar parte del equipo del diario Últimas Noticias como corrector de pruebas y reportero telefónico, y surgió su célebre seudónimo Lancero, con una sección llamada A punta de lanza dedicada a sus poemas humorísticos.Igualmente, resaltó sus capacidades humorísticas en el semanario satírico El Morrocoy Azul, bajo el seudónimo Jacinto Ven a Veinte, y publicó Aniversario del color, poesías y Método práctico para aprender a leer en VII lecciones musicales con acompañamiento de gotas de agua, que consistía en una serie de poemas infantiles en prosa.En 1943 se inició como colaborador del diario El Nacional, y de las revistas Élite y Fantoches.Viajó a Colombia en 1944, donde pudo participar en la revista Sábado con cierta regularidad, y luego se trasladó a Cuba. A su regreso a Venezuela publicó el libro El transeúnte sonreído, que incluyó dos de sus poemas más recordados Balada pesimista y Anotaciones de un aburrido. A finales de la década de los ‘40 ganó el Premio Nacional de Periodismo en la especialidad de escritores humorísticos y costumbristas.Se dice que en esos años se inscribió en el Partido Comunista.En 1950, salieron dos libros suyos El Ruiseñor de Catuche y Marcos Manaure, idea para una película venezolana, el cual contó con el prólogo de Juan Liscano. Cuando El Morrocoy Azul fue controlado por el gobierno, Nazoa y los demás periodistas pasaron a trabajar en la revista humorística El Tocador de las señoras. No obstante, la situación política se hizo cada vez más difícil, y no tuvo otra opción que exiliarse.Al caer la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, retornó a Venezuela y comenzó a participar en la revista Dominguito, fundada en febrero de 1958 por Gabriel Bracho Montiel. Un año después, desarrolló con su hermano Aníbal Una señora en apuros, que fue una interesante publicación humorística de poca vida. Lo mismo sucedió con El Fósforo, del cual fue editor.Durante esos años, produjo una gran cantidad de obras como Caperucita criolla, Diez poetas venezolanos contemporáneos, Cuentos contemporáneos hispanoamericanos, Poesía para colorear, El burro flautista, Los dibujos de Leo y Caballo de manteca.Aparte de su labor poética, Nazoa escribió una serie de libros entre los que se cuentan el ensayo Cuba, de Martí a Fidel Castro de 1961; Caracas, física y espiritual; y Humorismo gráfico en Venezuela. Para 1970 salió Humor y amor de Aquiles Nazoa, una compilación de sus mejores obras, y Retrato hablado de matapalo. En los años siguientes la literatura venezolana se nutrió con trabajos como Venezuela suya, Los sin cuenta usos de la electricidad, Gusto y regusto de la cocina venezolana, Vida privada de las muñecas de trapo, Raúl Santana con un pueblo en el bolsillo, Genial e ingenioso: La obra literaria y gráfica del gran artista caraqueño Leoncio Martínez y, finalmente, Aquiles y la Navidad.En esos años, se dedicó a dictar charlas y conferencias, y tuvo un programa de televisión titulado Las cosas más sencillas. Además, llevó al teatro varias obras humorísticas con gran éxito.Aquiles Nazoa falleció en un accidente de tránsito en la autopista Caracas-Valencia el 25 de abril de 1976. Con la iniciativa de Pedro león Zapata, se creó en marzo de 1980 en la Universidad Central de Venezuela, la cátedra libre de humorismo Aquiles Nazoa.





Andrés Eloy Blanco



Nació en Cumaná (Edo. Sucre) el 1 de agosto de 1896 y murió en Ciudad de México el 21 de mayo de 1955.Andrés Eloy Blanco fue poeta, ensayista, dramaturgo, orador y político. Pasó sus años de infancia en Margarita; luego estudió en el Colegio Nacional de Caracas, para ingresar luego a la Universidad Central de Venezuela donde obtuvo, en 1918, el título de abogado.Blanco formó parte de los hechos de la semana del estudiante de 1928 contra el gobierno de Juan Vicente Gómez, lo cual le mereció la cárcel: primero La Rotunda, en Caracas; luego el Castillo Libertador de Puerto Cabello, períodos que utilizó para desarrollar su labor como escritor (1928-1934). En 1935 es confinado a Valera, por razones de salud.Después de la prisión, el poeta venezolano traía bajo su brazo varios libros escritos con una nueva forma de tratar la realidad, que denominó colombismo. Decía: "…no es una nueva escuela. Es un estado del alma. Se trata de una actitud descubridora del poeta en contacto con la realidad americana".Después de la muerte de Gómez en 1935, Andrés Eloy Blanco militó en las filas del Partido Democrático Nacional (PDN) y resultó electo presidente del Concejo Municipal del Distrito Federal. Fue fundador del partido Acción Democrática en 1941.Blanco participó también en la fundación del semanario satírico El Morrocoy Azul (1941).En 1945, Blanco formó parte de la Comisión Redactora de un Código Electoral. Ese mismo año se desempeñó como Diputado por el Distrito Federal y presidió la Asamblea Constituyente desde 1946 hasta 1947.Durante el gobierno de Rómulo Gallegos (1947-48), Andrés Eloy Blanco fue Ministro de Relaciones Exteriores.
Cuando este fue derrocado, Blanco pasó al destierro, primero a Cuba, luego a México, donde murió en un accidente automovilístico.Andrés Eloy Blanco poseía un registro verbal que iba del romancero y los poetas del Siglo de Oro español, hasta los acentos del folklore, la leyenda y el habla del común, combinados por un artista que conocía todos los resortes del idioma.La obra de Blanco cosechó éxitos desde horas tempranas de su creación: el poema La espiga y el arado recibió el premio de los Juegos Florales de Ciudad Bolívar en 1916; en 1923, recibe el primer premio en un concurso promovido por la Real Academia Española de la Lengua, por su Canto a España, lo cual le da notoriedad internacional.En 1921, Blanco publica su primer libro Tierras que me oyeron. Andrés Eloy Blanco nos dejó como legado una extensa obra: Barco de piedra, Malvina recobrada, Abigaíl, Baedeker 2000, El huerto de la Epopeya, Navegación de Altura, La Aeroplana Clueca, Poda, Carta a Juan Bimba, Giraluna, Vargas, Albacea de la Angustia, etc.Los restos de Andrés Eloy Blanco reposan en el Panteón Nacional desde el 2 de julio de 1981.








Rómulo Gallegos


Nació en Caracas el 2 de noviembre de 1884 y murió en la misma ciudad el 7 de abril de 1969. Sus padres fueron Rómulo Gallegos Osío y Rita Freire Guruceaga. Rómulo Gallegos llega a ser uno de los más prolíferos escritores venezolanos. Su vida, dedicada a la creación literaria, cuenta unas cuantas incursiones en la política, actividad en la que, desempeña los más altos cargos durante los períodos más breves.En 1903, Gallegos comienza a trabajar en la redacción del semanario Arco Iris y, en 1909, participa en la fundación de la revista La Alborada. Sus escritos también aparecen en las páginas de El Cojo Ilustrado.La dictadura del General Juan Vicente Gómez obligó al caraqueño a refugiarse en España hasta 1936, año en el que regresó a Venezuela para iniciar su actividad de hombre público al ser designado Ministro de Instrucción Pública. En 1937, Rómulo Gallegos es electo diputado al Congreso Nacional y, entre 1940 y 1941, ejerce la presidencia del Concejo Municipal del Distrito Federal. En 1947, Acción Democrática lo postula como candidato a la Presidencia de la República y es electo Presidente Constitucional hasta que, tras diez meses en el cargo, un golpe de Estado le condujo al exilio en México.Gallegos debutó como narrador con Los aventureros (1913), colección de cuentos breves de tono realista, pero es La trepadora (1925) la obra con la que se inicia la madurez artística del autor. En 1929 Gallegos publicó su obra maestra, Doña Barbara, una de las novelas más representativas de la literatura hispanoamericana. Esta obra es un potente fresco realista en el que describe con eficacia la vasta sabana venezolana y la vida primitiva que en ella palpita. A Doña Bárbara le siguió Cantaclaro (1934), novela de tono lírico y sentimental, en la que se narran las peripecias de un cantor ambulante a través de la llanura venezolana. Canaima (1935) cierra la trilogía de las obras en las que Gallegos alcanza su mayor vigor creativo. En años posteriores, el escritor intenta apartarse de la lucha entre la civilización y la barbarie --tema característico de sus grandes creaciones-- para desarrollar, entre ficciones y formas literarias, aspectos dramáticos de la realidad venezolana. Con Pobre Negro (1937) y Sobre la Misma Tierra (1943), Gallegos da a su obra tonos históricos y sociológicos, al sumergir a sus personajes en ambientes bañados por radicales transformaciones políticas, sociales y morales provocadas por acontecimientos tan variados como la Guerra Federal o el inicio de la explotación petrolera. En 1957, Rómulo Gallegos obtiene el Premio Nacional de Literatura y, en 1958, es elegido, por unanimidad, individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Como reconocimiento a la labor literaria de este hombre de las letras americanas, se crea el Premio Internacional de la Novela Rómulo Gallegos (1965) y, en 1972, se funda en Caracas, el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG).Otras de sus obras publicadas son: El Último Solar, Los Inmigrantes, La Rebelión, El Forastero, La Doncella y el Último Patriota, Tierra bajo los pies.







Rufino Blanco Fombona


Este gran escritor, ensayista, historiador y político nació en Caracas el 17 de junio de 1874 del matrimonio entre Rufino Blanco Toro e Isabel Fombona.Sus primeros estudios los realizó en los colegios Santa María y San Agustín de la capital venezolana. En 1889, se graduó de bachiller e ingresó a la Universidad Central de Venezuela para estudiar derecho y filosofía; carreras que abandonó dos años después con el fin de iniciarse en la academia militar.Participó en la Revolución Legalista en 1892, y después viajó a Estados Unidos como cónsul de Venezuela en Filadelfia.

A su regreso, se incorporó como colaborador al equipo de El Cojo Ilustrado, y publicó el poema "Patria", que constituyó su primer escrito.En 1896 se trasladó a Holanda como agregado de la Legación Venezolana, donde permaneció durante dos años. Poco después de volver a la patria, sacó a la luz su primer libro "Trovadores y trovas".Posteriormente, Cipriano Castro, actuando como presidente de la República, lo nombró secretario general del estado Zulia.Fue cónsul de Venezuela en Ámsterdam entre 1901 y 1904, y luego ejerció el cargo de gobernador del Territorio Federal Amazonas.En ese tiempo, estuvo en contra del monopolio del caucho que se hacía en la región, por lo que fue encarcelado. Estando preso en Ciudad Bolívar escribió una de sus novelas más famosas, "El hombre de hierro".Apenas recuperó su libertad viajó a Europa.

Cuando cayó Cipriano Castro, y Juan Vicente Gómez asumió el poder Blanco Fombona fue miembro de la Secretaría de la Cámara de Diputados. Sin embargo, al poco tiempo comenzó a criticar duramente al gobierno, por lo que fue confinado a La Rotunda por un año, y después desterrado hasta el fin de la dictadura.Francia y España fueron su hogar durante los años que permaneció exiliado.

En Madrid fundó la Editorial América, y para esa época fue propuesto para el Premio Nóbel de Literatura y asumió el cargo de Gobernador de la provincia de Almería y posteriormente hizo lo propio en Navarra.Durante su estadía en la península ibérica continuó escribiendo. Así, publicó "Camino de imperfección", "El modernismo y los poetas modernistas", dos tomos de "La novela de dos años" y "La lámpara de Aladino". Cabe destacar que el panfleto antigomecista "Judas capitolino", de su autoría, data también de ese período.Al retornar a América, estuvo poco tiempo en Venezuela pues rápidamente se trasladó a Uruguay como embajador de Venezuela.

Sus últimos años de vida los dedicó a escribir sobre Simón Bolívar. Algunos de las obras de ese tiempo son "Bolívar y la guerra a muerte", "El espíritu de Bolívar" y "Mocedades de Bolívar".Murió en Buenos Aires, Argentina, el 16 de octubre de 1944. Sus restos reposan en el Panteón Nacional desde el 23 de junio de 1975.






Teresa de la Parra

Ana Teresa Parra Sanojo nació en París un 5 de octubre de 1889 para convertirse en una de las más destacadas creadoras de la literatura venezolana. Incursionó en el mundo de las letras de la mano del periodismo y escribió dos novelas que la inmortalizaron en toda América: "Ifigenia y Memorias de Mamá Blanca"Rafael Parra Hernaiz y Isabel Sanojo de Parra, ambos venezolanos y residenciados en París, trajeron al mundo a una niña a quien pondrían el nombre de Ana Teresa y que años mas tarde se convertiría en escritora bajo el seudónimo de Teresa de la Parra. Cuando Ana Teresa apenas tenía dos años de edad, fue traída a Venezuela donde disfrutó de su infancia en la tranquila hacienda "El Tazón", propiedad de la familia ubicada entre Tumerito y Piedra Azul. En 1906, a los ocho años de edad, muere el padre de Ana Teresa y su Madre decide regresar a Europa. Isabel Sanojo de Parra se establece en España con sus seis hijos y Ana Teresa ingresa al Colegio "Sacrè Coeur" de la ciudad de Valencia, donde entra en contacto con las obras de escritores como Guy Muapassant, Catulle Méndes y Valle-Inclán, quienes ejercerían gran influencia en su formación literaria. Al finalizar sus estudios en el colegio, en 1915, Ana Teresa viaja a París, donde permanece un tiempo antes de volver a Caracas. Para este momento ya había escrito varios cuentos bajo el seudónimo de "Fru-Fru". Su regreso a Venezuela, en plena dictadura Gomecista, le permite recoger vivencias que significarían una gran influencia en el desarrollo de su narrativa. Desde su llegada al país Ana Teresa comienza a revelarse como escritora gracias a varios artículos publicados en diferentes diarios capitalinos. El éxito de sus cuentos y artículos, publicados en los periódicos caraqueños, la impulsa a escribir su primera novela, el "Diario de una Señorita", título que cambiaría momentos antes de su publicación por el de "Ifigenia". En 1924, esta obra, editada bajo el seudónimo de Teresa de la Parra, obtuvo el primer premio en un concurso literario de la Ciudad de París, auspiciado por el Instituto Hispanoamericano de la Cultura Francesa. En 1927, Ana Teresa viaja a Cuba para representar a Venezuela en la Conferencia Interamericana de Periodistas. En la reunión dio un discurso sobre "La Influencia Oculta de las Mujeres en la Independencia y en la vida de Bolívar". De la isla pasa a Colombia para dictar en Bogotá tres Conferencias sobre "La Importancia de la Mujer en la Colonia y la Independencia". Ana Teresa viaja nuevamente a Europa, donde inicia su segunda Novela "Memorias de Mamá Blanca", la cual publica en París en 1929. Ese mismo año regresa a Venezuela pero su permanencia en el país fue corta debido a que contrae Tuberculosis y regresa a Europa, donde se interna en un sanatorio en Suiza. Poco antes de su muerte, Ana Teresa se traslada a Madrid para morir en paz. Fallece en la capital española el 23 de abril de 1936.

Movimiento de arte literario

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Historia de la Literatura Venezolana



La Época Colonial


La primera referencia escrita que se posee con respecto a Venezuela es la relación del tercer viaje (1498) de Cristóbal Colón (c. 1451-1506), durante el cual descubrió Venezuela. En esa epístola (31 de agosto de 1498) se denomina a Venezuela como la "Tierra de gracia". Pero poco a poco aparecerán los escritores de literatura. Desde los días de la isla de Cubagua (1528) los encontramos. De ellos ha llegado el nombre y el poema de Jorge de Herrera y las vastísimas Elegías (1589) de Juan de Castellanos.


Durante los tres siglos coloniales la actividad literaria será constante, pero los textos que se conservan en la actualidad son escasos, debido a la tardía instalación de la imprenta en este país (1808), lo cual impidió a muchos escritores editar sus libros. Pese a ello, de 1723 es la Historia de José de Oviedo y Baños, la mayor obra literaria del barroco venezolano; de las últimas décadas del siglo XVIII procede el Diario (1771-1792) de Francisco de Miranda, la mayor obra en prosa del periodo colonial.


De fines del mismo siglo es la obra poética de la primera mujer escritora del país de la que se tiene noticia: sor María de los Ángeles (1765-1818?), toda ella cruzada por un intenso sentimiento místico inspirado en santa Teresa de Jesús. Pese a que se puede nombrar a varios escritores de este periodo, los rasgos más notables de la cultura colonial hay que buscarlos más que en la literatura en las humanidades, en especial en el campo de la filosofía y de la oratoria sagrada y profana, en las intervenciones académicas y en el intento llevado a cabo por fray Juan Antonio Navarrete (1749-1814) en su Teatro enciclopédico.


Los primeros escritores venezolanos de la literatura colonial fueron los cronistas de Indias, entre ellos Juan de Castellanos, fray Pedro de Aguado y fray Pedro Simón. Podemos también mencionar a José Oviedo y Baños, quien residió en Caracas desde los 14 años de edad, como el primer escritor criollo. Oviedo y Baños con un estilo clásico y realista contaron la conquista y población de la Provincia de Venezuela.


Durante la revolución de la Independencia, Simón Bolívar también usó su pluma para defender y divulgar los principios republicanos, y a veces para expresar sus emociones y vivencias personales. Las creaciones literarias que marcarán pauta pertenecerán a los géneros de la prosa y la poesía de sabor neoclásico de Andrés Bello. A su lado, destaca la escritura genial de ruptura y parodia de Simón Rodríguez.


Neoclasicismo y Romanticismo

En los inicios de la era republicana figuran cuatro grandes nombres de las letras venezolanas: Andrés Bello, Fermín Toro, Rafael María Baralt y Juan Vicente González. El más destacado poeta, de clara autenticidad romántica, se llama Juan Antonio Pérez Bonalde.

Entre los costumbristas venezolanos están Daniel Mendoza, Francisco de Sales Pérez, Nicanor Bolet Peraza, Francisco Tosta García, Rafael Bolívar Alvarez, Rafael Bolívar Coronado y Miguel Mármol. Dos escritores de carácter señalan la transición hacia nuevas posiciones intelectuales y creadoras: Cecilio Acosta y Arístides Rojas.



Positivismo, Modernismo y Literatura Venezolana.

Fue después de 1880 cuando se perfiló en Venezuela un movimiento literario de más ambiciosa inspiración. En el género narrativo, el descubrimiento del naturalismo inspiró a Tomás Michelena una novela: Débora (1884) y a Manuel Vicente Romero García, su obra Peonía (1890), primera tentativa de novela criolla integral. Otros autores dentro de la tendencia serían Gonzalo Picón Febres (El sargento Felipe, 1899), y Miguel Eduardo Pardo (Todo un pueblo).

Manuel Díaz Rodríguez, prosista y narrador de refinado lenguaje, se destaca como la figura más importante que el modernismo produjo en Venezuela. Le suceden Luis Urbaneja Achepohl, Rufino Blanco Fombona, José Rafael Pocaterra, Teresa de la Parra y Rómulo Gallegos.
Con la obra portentosa de Rómulo Gallegos, donde se destaca la inmortal novela Doña Bárbara, culmina toda una etapa de la narrativa venezolana, aquella sometida a las influencias del nativismo, del costumbrismo, del realismo, del lirismo descriptivo que alcanza tonos épicos cuando contempla las luchas del hombre con la naturaleza.

Es importante mencionar a Arturo Uslar Pietri (Las lanzas Coloradas, 1931), quien se afirmó como la mayor promesa narrativa novelesca; a Enrique Bernardo Nuñez, a Julio Garmendia, a Antonio Arraiz, a Ramón Díaz Sánchez, a Guillermo Meneses, a Miguel Otero Silva. Del grupo "Contrapunto", entre 1946 y 1949, surgen narradores destacados (Andrés Mariño Palacio, Ramón González Paredes, Héctor Mujica y otros), dueños de una informació literaria más actual que los anteriores, y cuyas creaciones pretenden liberar la narrativa de los resabios del costumbrismo, del criollismo, de la temática rural, del mensaje edificante, del modo de contar lineal. Más tarde, aparece Salvador Garmendia, quien desarrolla su temática hasta consecuencias de hiperrealismo anonadante, y aborda otros espacios, entre ellos el fantástico.
También se destaca la narrativa paródica y densa de Luis Britto García, pasando por la importante obra de José Balza, un experimentador incansable, y por la de Oswaldo Trejo, atrevidamente textual. Se impone citar a Humberto Rivas Mijares y a Gustavo Díaz Solis, a Pedro Berroeta, a Oscar Guaramato, a Antonio Márquez Salas, a Alfredo Armas Alfonzo, Manuel Trujillo, Orlando Araujo y a Adriano González León, la gran promesa del grupo Sardio y de la generación de 1960. También están presentes Argenis Rodríguez, José Vicente Abreu, Laura Antillano, Francisco Massiani, Denzil Romero, Ednodio Quintero, Alberto Jiménez Ure, Gabriel Jiménez Emán, Armando José Sequera y Antonia Palacios, autora de la más importante obra narrativa de pluma femenina después de Teresa de la Parra.